Florencia, una ciudad que no impone normas para la contemplación, una ciudad que puedes explorar a tu gusto y así perderte en ella.
Tan pequeña y tan llena de arte que solo se aprecia debidamente si se recorre a pie. 

Una ciudad que nunca deja de asombrarnos...

En nuestra primera noche en Florencia, una caminata para ir a cenar, pasando por el Duomo, la Signoria, los Uffizi y Ponte Vecchio, sirvió para familiarizarnos con el casco histórico de la ciudad, que se muestra en toda su belleza después de la caída del sol, cuando todos los monumentos, aún los más conocidos, se tornan mágicos bajo la iluminación del atardecer.

Nos hospedamos en el B&B Relais Florence, en Via della Scala, excelente ubicación, a pocos pasos de la Stazione Centrale Santa Maria Novella y solo a 15 minutos caminando del Duomo.

La Piazza del Duomo es la encrucijada de las calles más populosas, el imán de la industria turística, y la mejor forma de apreciar la grandeza del lugar y de todos los edificios circundantes es echando una mirada desde las calles estrechas y oscuras que conducen a la plaza.
Una vista espectacular que no debes perderte es la que se tiene caminando desde Piazza Antinori cruzando a la izquierda por Via degli Agli, siguiendo luego por Via dei Pecori.
Por arte de magia, al final de la calle aparece el Campanile di Giotto, solito, como si nada más existiera a su alrededor y a medidas que avanzas el campo visual se abre poquito a poco dejando ver un pedazo de la cúpula, luego una parte de la fachada de la Catedral y seguidamente un lado del Battisterio.



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El encuadre perfecto, la luz correcta y la perspectiva adecuada te dejan sin respiración... es como si estuvieras caminando hacia un holograma tridimensional, progresivamente la perspectiva de cada construcción toma cuerpo... la cúpula, el Battisterio y el Campanile aparecen en todo su esplendor, cortados en el espacio con la precisión de un rayo láser.
Una vista sorprendente, una explosión de colores que impacta.

Siguiendo por Via Roma llegamos a la Piazza della Repubblica, parada obligatoria: el Gran Caffè Ristorante Giubbe Rosse, un café literario con más de 100 años de historia. Fue primero una cervecería y lleva ese nombre por el color rojo de la indumentaria de los mesoneros. Pronto se convirtió en sitio de reunión de intelectuales, que entre una copa de vino y una taza de té o café solían discutir con fervor sobre las distintas tendencias de la época.


Consejo: evita las mesitas ubicadas en la terraza, déjaselas a los turistas. Si quieres respirar ese fervor intelectual de inicio de siglo que inspiró a tantos artistas, cruza las puertas de vidrio y toma asiento en el interior del local, las salas tapizadas de fotos en blanco y negro y de viejos carteles te transportarán a otra época. No es difícil imaginar escritores y artistas reunidos alrededor de una mesa tomando un trago, fumando y charlando.
Tómate un aperitivo, te recomiendo el coctel futurista "Giostra d'Alcool" ideado por el pintor y escultor Enrico Prampolini, contemporaneo y amigo de Picasso, Mondrian y Kandinskij y vive así la emoción de estar sentado en un lugar con tanta historia.
En cuanto al restaurante es preferible buscar otras opciones menos turísticas para comer genuinas especialidades florentinas a precios razonables.





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Continuamos caminando por Via Calimala y cruzamos a la izquierda en Via Vacchereccia hasta llegar a la Piazza della Signoria, nos encontramos en la plaza principal de Florencia, el centro político y social de la ciudad, una plaza en forma de L que apela más al sentido histórico que al placer estético. Llama nuestra atención la ausencia de la armonía arquitectónica y de la magia que se respira en otras plazas centrales italianas, como por ejemplo Campo, la plaza principal de Siena.
El Palazzo Vecchio casi golpea nuestra mirada... una fortaleza irregular, asimétrica, con su planta trapezoidal y su torre de 94 metros alineada con la balconada. Hoy día es la sede del Ayuntamiento.
Una hilera de estatuas corre de norte a sur paralela a la fachada del palacio, entre ellas, la copia del David de Miguel Ángel, el original se encuentra en la Galleria dell' Accademia.
A la derecha junto a la famosa Galleria degli Uffizi, uno de los museos más visitado del mundo, está la Loggia dei Lanzi, llamada así por los lanceros suizos que en el pasado montaban guardia en ella. Este pórtico que fue construido para acoger asambleas y ceremonias públicas a cubierto de la lluvia, con los Médicis se transformó en una verdadera galería de arte al aire libre.

Seguimos por Via dei Neri hasta llegar All'Antico Vinaio.
Algo de espera para poder cenar, pero la cola avanza rápido y vale la pena. También hay comida para llevar o comer de pie en la barra. Los bocadillos son exquisitos y ofrecen una buena variedad de vinos de la región, los productos son realmente frescos y a buen precio.
Nosotros comimos en el restaurant, pequeñito, de estilo rústico y bien acogedor, el personal es joven, alegre y amable con el público. Ordenamos una tabla surtida de charcutería, vegetales y quesos, acompañándola con vino rojo, el pan focaccia estaba delicioso y crocante.
Disfrutamos mucho el picoteo y pasamos un rato súper agradable.




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Y no hay nada más romántico que pasear por Florencia a la luz de la luna...
Entre las hermosas calles adoquinadas, pasando por el Museo Galileo, llegamos al Lungarno degli Archibusieri, un paseo inolvidable por el río Arno, con la ciudad iluminada por una miríada de luces parpadeantes... y a nuestra izquierda, uno de los puentes más famosos del mundo que cruza el río en su tramo más estrecho.
¡Seguro adivinaste! Se trata de Ponte Vecchio, el puente medieval más viejo de Europa y el único puente de Florencia que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial.


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Ya las tiendas de orfebrería están cerradas, el flujo de turistas ha bajado un poco, pero la noche es joven y el puente iluminado se llena de música al aire libre. En la zona central, en la terraza panorámica que alberga el busto de Benvenuto Cellini, una sorprendente banda de músicos callejeros toca para los transeúntes... y mientras las luces bailan en el Arno, las notas envolventes de la guitarra nos regalan momentos de ensueño, llenos de magia y plagados de emociones.

Descubrir Florencia después del atardecer ¡es todo un privilegio!